ACERCA DE LA MEDIOCRIDAD DOCENTE UNIVERSITARIA Y LA TAREA DE UNA NUEVA JUVENTUD
Otra vez, la juventud grita contra los malos métodos, contra los malos profesores. Pero esos malos maestros podrían ser sustituidos. Esos malos métodos podrían ser mejorados. No cesaría, por esto, la crisis universitaria. La crisis es estructural, espiritual, ideológica. La crisis no se reduce a que existen maestros malos. Consiste, principalmente, en que faltan verdaderos maestros.
José Carlos Mariátegui
El propósito de formar profesionales científicos, humanistas, con responsabilidad social y comprometidos con el desarrollo de nuestra sociedad siempre será la más ilusoria mentira que figuran nuestras universidades estando varadas en la crisis educativa, y peor aún, estando colmadas de ambiciones sólo para llegar a puestos lucrativos y enriquecerse. La universidad así, pierde su verdadero carácter y espíritu, mistificando sus horizontes, sus claustros se convierten en cárceles del pensamiento y en flagelos de creación.
¿Qué hacen nuestros profesores frente a este profundo problema? Pareciera no conmoverlos, indiferentes ante esta realidad se limitan a dictar sus cursos, en muchos casos paupérrimamente, desconociendo la amplitud del fenómeno y ejecutando su trabajo ciegamente, esto pasa porque la categoría común de docentes carece de una concepción científica del mundo, lo que no le permite explicarse objetivamente todo el embrollo de la palestra educativa y coherentemente trabajar con entusiasmo por construir los derroteros.
Se tiene nuevamente la sensación, sobre todo en los núcleos más lúcidos de la juventud, de “frecuentar una universidad enferma, una universidad petrificada, una universidad sombría, sin luz, sin salud y sin oxígeno” como lo describió Mariátegui. La universidad, en nuestro caso Micaela Bastidas, se encuentra huérfana de maestros y de ideas que aviven y reavivan las llamas de una juventud de su época, del inmenso trabajo que nos toca desempeñar en esta etapa de la historia.
Carecemos pues, de maestros que rieguen lo árido, lo seco, lo desierto en el seno de la universidad, éstas “necesitan para ser vitales -escribía Mariátegui-, que algún soplo creador fecunde sus aulas”. Los estudiantes raquíticos y famélicos de espíritu no se encuentran en sus salones sino lo monótono y lo autoritario, sumando al estrés y la depresión, entre otros problemas en la personalidad de nuestros jóvenes. Los docentes tampoco se desembarazan de estos problemas. Si el profesor tuviera una personalidad con fuerza moral, que mantenga la mente y el espíritu en continua creación, por la riqueza de las ideas que exponen y la integridad con que las presenta, el estudiante buscaría escuchar la voz de ese profesor porque ella sería su más grande alimento espiritual.
En cambio, las características de nuestros docentes, particularmente en la universidad Micaela Bastidas, distan mucho de componerse en alimento espiritual (características infundidas en todo su proceso de “formación”). Profesores que niegan o reducen la importancia de la teoría, concretamente de la filosofía, traficando, además, la ciencia, adhiriéndose a cuestiones empíricas estrechas, como la experiencia de docentes en el aparato gubernamental o en la gestión pública. Es vergonzante que haya profesores en los claustros universitarios que no tengan una cultura y riqueza bibliográfica sobre las materias encargadas, una justificación repetida muchas veces es la de dar más importancia a la “práctica” y no tanto a la teoría. Pero ¿qué entienden nuestros profesores por práctica?
"La de saber normas, reglamentos, saber trabajar en la palestra gubernamental, porque en las oficinas no te preguntan sobre filosofía ni ciencia, sino que sepas hacer tu trabajo". Es así que buscan formar a futuros burócratas oportunistas y charlatanes, defensores de la crisis generalizada, y en el caso de ingenierías: mano de obra calificada.
Expliquemos a estos profesores qué es la práctica, Mao Tse-Tung nos enseñaba que la práctica está constituida por tres vertientes, 1) la experimentación científica, 2) la producción y 3) la lucha de clases, todo conocimiento surge de estas vertientes que constituyen la práctica, y la teoría es precisamente ese conocimiento, su reflejo, su síntesis, su abstracción, toda teoría surge de la práctica. Ya se insistía en el diccionario de Rosental “La teoría siendo la síntesis de la experiencia (social, histórica) y de la práctica proporciona a los hombres una perspectiva en su actividad práctica” Entonces, ¿realmente estos profesores promueven la práctica? Pues al carecer o escasear precisamente de una teoría, de una ideología, de una concepción se mantiene en el practicatismo vulgar. Todo el sistema educativo, desde el nivel primario hasta la universidad, mantiene divididas la teoría y la práctica, es parte de la crisis educativa; sin emabargo, hay quienes se ufanan de ser prácticos porque saben “trabajar” en oficinas. Al final, estos docentes son más abstractos de lo que afirman.
Como consecuencia, se incide en varias opiniones de los estudiantes afirmando que la teoría no nos sirve para trabajar, ¿es esto justo? En parte sí, pues las desaprobaciones espontáneas lanzadas son a premisas que constituyen las teorías idealistas y métodos metafísicos, no hacen sino ratificar la crisis e inutilidad de las doctrinas predominantes de la burguesía en la palestra educativa oficial. Más arriba decíamos que toda teoría nace de la práctica, es esto cierto, pero hay teorías que se alejan de la práctica (de las tres vertientes), y hay otras teorías que surgiendo de la práctica vuelven a ella, estas son las que pertenecen al materialismo ya la dialéctica, censurado en las universidades, ¿será esta una actitud democrática, universitaria?
Otra característica común de estos profesores, es que no son hombres panorámicos, no son de un pensamiento multilateral, son hombres tubulares, unilaterales; al decir del Amauta “el vuelo mental de nuestros catedráticos, generalmente, no va más allá de los ámbitos rutinarios de su cátedra”. La ciencia exige a los profesores un profundo y amplio conocimiento de ésta, pues “la ciencia es un sistema de conceptos acerca de los fenómenos y leyes del mundo externo o de la actividad espiritual de los individuos, que permite prever y transformar la realidad en beneficio”. ”. de la sociedad” (Spirkin y Kedrov, p. 7). Ciertamente la ciencia moderna constituye un conjunto extraordinariamente subdividido de ramas científicas diversas. Por esto, en las ciencias sociales, a la economía, a la política, a la educación, etc., suelen estudiarse unilateralmente, en su vertiente categorial nada más, aislados mutuamente. Sólo la filosofía (epistemología, gnoseología, etc.), nos darán a comprender que existe la ciencia que investiga el desarrollo de la sociedad en su integridad, conjuntamente, ese es el materialismo histórico. De esa categoría es un Mariátegui, un maestro. Pero, nuestros docentes no constituyen ni siquiera posturas idealistas o conservadoras bien definidas y defendidas, no poseen una amplia gama que motiven excitantes debates de concepciones. El Amauta denunciaba esto ya desde sus tiempos:
La universidad de San Marcos [nosotros agregamos, Micaela Bastidas] es una universidad estática. Es un mediocre centro de linfática y gazmoña cultura burguesa. Es un muestrario de ideas muertas. Las ideas, las inquietudes, las pasiones que conmueven a otras universidades, no tienen eco aquí. Los problemas, las preocupaciones, las angustias de esta hora dramática de la historia humana no existen para la universidad de San Marcos [no existen para la universidad de Apurímac] . ¿Quién vulgariza en esta universidad borrada y palúdica el relativismo contemporáneo? ¿Quién orienta a los estudiantes en el laberinto de la física y de la metafísica nuevas? ¿Quién estudia la crisis mundial, sus raíces, sus fases, sus horizontes y sus intérpretes? ¿Quién explica los problemas políticos, económicos y sociales de la sociedad contemporánea?
¿Quién comenta la literatura moderna política revolucionaria, reaccionaria o reformista? Nuestros catedráticos parecen sin contacto, sin comunicación con la actualidad europea y americana. Parecen vivir al margen de los nuevos tiempos. Parecen ignorar a sus teóricos, a sus pensadores ya sus críticos. Tal vez algunos se hallan más o menos bien enterados, más o menos bien informados. Pero, en este caso, la investigación no suscita en ellos inquietud. En este caso, la actualidad mundial los deja indiferentes. En este caso, la juventud tiene siempre el derecho de acusarlos de insensibilidad y de impermeabilidad.
Estamos cumpliendo este derecho, al estar rodeados de docentes insensibles de los flagelos del mundo, de América y del Perú contemporáneos e históricos, de docentes sin audacia mental, sin rebeldía espiritual ante las injusticias, corrupciones y perversiones, sin liderazgo práctico de guiar a la juventud a la conquista de las soluciones. Clamaremos todo lo que tenga que clamarse, golpearemos todo en cuanto represente un déspota y perverso en la educación, en la política, en toda la sociedad. ¿Qué ejemplo inspirador puede darse cuenta, por estos profesores reducidos, a los estudiantes ya la juventud? ¿Puede motivarse a la lectura, a la seria y honesta investigación de la práctica contemporánea?
¿Puede surtirse y enarbolarse principios morales, ideales que estremezcan el corazón y empuñen las manos? ¡Nos pesa la realidad de que nuestros profesores no saben ser maestros ni aspiran a serlo! Entonces, ¿qué hacen en los claustros? El puesto y la actividad de un profesor universitario, el de un “investigador” y el de algún cargo administrativo se ve, en estas circunstancias, como puestos arribistas y lucrativos, arribando sin importar los medios sino el fin. ¡Así se conspira para matar a la universidad, para aplastarla con la mediocridad de los docentes y desangrarla con su corrupción! Nuestras universidades y nuestra juventud son profanadas por gentes degeneradas.
La forma en cómo se evalúa, juzga y visualiza el nivel de un docente no corresponde a la evaluación de la categoría de un maestro universitario, la meritocracia y sistemas que determinan el nivel de investigador de los docentes -como el RENACYT- ¿determinan realmente la ¿valorización de un profesor y su seriedad investigativa? Docentes que carecen de una concepción íntegra y científica del mundo, burlones de la moral, son presentados como los más altos profesores e investigadores, sosteniéndose en trabajos infructuosos, tramposos y confabuladores que sobre la ceguera de los estudiantes aparentemente grandeza, nos hace recordar al científico. Carl Sagan cuando escribió “Es muy fácil encontrar relatos espurios que hacen caer al crédulo en la trampa”. Los títulos, doctorados y más pomposidades no determinan el intelecto, pues, además, reina la trampa y la deshonestidad.
Como los jóvenes estudiantes salen a ciegas del colegio y entran a ciegas a la universidad, es en esa condición de ceguera donde el arribismo, la charlatanería, la manipulación y las mitologías cobran primacía, intensificando el proceso alienante y cayendo en la corrupción. Una sana sensibilidad del estudiante universitario es oprimida y pateada por el pragmatismo promovido por los docentes. Una premisa elemental que debe de tener todo profesor es la moral, aquellos que no tienen principios morales no son dignos de ocupar la docencia. Las artimañas de profesores que cometen acoso, violencia sexual, reproducción de ponzoñas y condicionamientos no hacen sino empeorar la hediondez de esta crisis. Parte de los estudiantes se ven amedrentados por el condicionamiento sobre las notas en los registros de los más viles “docentes”; con las amenazas mudas y sonoras sobre el proceso para obtener el título, y promesas para obtener un puesto de trabajo a condición de favores políticos y “prostitución”. Otra parte de los universitarios prefiere mantenerse alejada y neutral sobre estos asuntos, sin saber que es precisamente esa actitud la que beneficia a esta perversión. Cuando impera la idea pragmática de simplemente obtener el título y enriquecerse no importa cómo, se cree que para avanzar no queda de otra opción más que someterse. Todo eso es lo más repudiable, es el detritus de la cultura espiritual. ¡Cuánta dignidad de la juventud se pierde por tanta purria corrupta!
Es, simplemente risible, que profesores de esta calaña o de otro mediocre, crean poner disciplina y contribuir en los estudiantes únicamente por su autoridad y por la sombra de sus cartones. Estos autoritarios no entienden o desconocen que no se podrá comprender y menos contribuir a solucionar los problemas de la educación si no se la examina detenida y seriamente en sus tres niveles (primaria, secundaria, superior) en su interrelación entre estas etapas, con el hogar. , la sociedad y fundamentalmente con las condiciones materiales en la que se existe. Por eso Mariátegui escribió que “la educación sólo puede ser comprendida como problema económico-social”. Pero como nuestros catedráticos son profesores tubulares, poco o nada se atreven a consagrar su voluntad a este escudriñamiento, peor aún con su arribismo.
“El niño -escribe Carlos Castillo Ríos- es el padre del hombre”. Ahora bien, si en la primaria, etapa educativa que abraza la primera y segunda infancia, comienzan con las primeras formas de deformación de la personalidad de los estudiantes, como el condicionamiento a los niños con premios y castigos (pronto: oportunismo), desconociendo las leyes de la infancia que parten de sus condiciones materiales, ignorando las peculiaridades de los niños por el linaje y por el género -como nos puntualizaba José Antonio Encinas-, pero principalmente de clase; ¿Cómo se supone desarrollar adecuada y fructíferamente la educación en el nivel secundario?, y si en este nivel se empeora la situación, ¿cómo se espera corregir los problemas educativos de los estudiantes ya en la universidad y únicamente en ella?
Entonces procediendo así, se podrá comprender la diferencia de condiciones objetivas y subjetivas sobre la que se asienta un mismo, estrecho y fijo método, una misma institución, una misma categoría docente que se impone a raja tabla por la autoridad oficial. Siendo así arbitrario hacia la dialéctica de los educandos, fracasando, por esto, completamente en todos los niveles. Sobre esta base fracasada y llena de pus, ¿tendrá sentido la “responsabilidad”, el
“esfuerzo”, la “disciplina” que pregonan para “prosperar académicamente” y conquistar un puesto provechoso pasando muy por alto las problemáticas reales? Esos términos éticos se conceptualizan en la obediencia ciega a la voluntad de la clase dominante traducida en normas y preceptos que conservan la problemática y reaccionan coléricamente -primero- mediante sus profesores, contra quienes se atreven a tratar la llaga.
Trayendo las palabras del inspirador discurso de Cai Yuanpei, rector de la universidad de Beijing (1917-1927), transmitido por la serie China “La Era del Despertar” continuamos:
Los estudiantes, entonces, se encuentran condenados a extraviarse en sus estudios, se entregarán a una diversión insensata y recurrente, y sólo revisarán sus notas en tiempo de exámenes, sólo buscarán una buena nota, una vez hecha el examen, las monografías y las exposiciones. . . , los libros quedarán olvidados en la estantería, ostentarán un diploma, el título, y se integrarán a la sociedad, pero sólo desperdiciaron su tiempo y no habrán aprendido nada. Esto es contraproducente, es completamente contrario al verdadero propósito de estudiar en la universidad.
Ahora, recordemos un poco la historia de la Universidad San Marcos, el 8 de mayo de 1932, por órdenes de Sánchez Cerro, viendo un peligro para su gobierno dictatorial a la reforma universitaria que encaminó José Antonio Encinas, cuya columna eran los estudiantes, fue clausurada. Después de ello, Benavides continuó con la clausura hasta junio de 1935 y entonces, todo volvió a una época sin autonomía, sin participación estudiantil en el gobierno universitario, se volvió el tradicional examen inquisitorial para aprobar cursos sin aprender, la intervención política desde el Gobierno. , las tradicionales ambiciones de círculos o grupos corruptos; y se esfumaron los ideales de la juventud, se había perdido el espíritu universitario, por un largo tiempo. Y como vimos más arriba, se ha perdido nuevamente hoy. Esta tragedia prosiguió con todos los títulos de la burguesía entreguista. La autonomía, la participación estudiantil en órganos del gobierno universitario (en su extensión normativa) se ve destruida, burlada o desmantelada cuando se agudiza la crisis política. En relación a esto Mariátegui sostuvo que “la crisis de la enseñanza coincide universalmente con una crisis política”, ya que no hay nada por encima de la política, la crisis de maestros y de ideas fecundas es el resultado del fracaso de la educación y ésta. la consecuencia de la crisis política, social y principalmente económica, subordinadas al imperialismo norteamericano.
Sin embargo, la experiencia universitaria que abrazó la reforma de Encinas del 30 al 32 aportó las premisas del advenimiento de una universidad social (de la universidad del futuro socialista). Esta concepción pedagógica y política comienza por comprender a la universidad como la íntima asociación de maestros, estudiantes y sociedad, encaminados a estudiar, investigar, crear, divulgar y coadyuvar a la transformación social en su beneficio material y espiritual, precisamente a enarbolar muy alto la ciencia, por la revolución de la clase obrera. Es oportuno citar al respecto el párrafo del Dr. José Lora Cam sobre Encinas:
Él sostendrá una reforma no para su interior sino para los caminos de la sociedad: “La reforma de 1931 nace como un manifiesto deseo de renovación social no sólo de la universidad sino del pueblo; viene de la masa estudiantil como expresión de repudio al régimen de tiranía política y social que ensombreció once años al Perú” Reclamaba acabar con el academicismo, donde los estudiantes son elementos de oír lecciones y dar exámenes, critica que los profesores tomen la docencia como pasatiempo o el alojamiento fácil. Exigía emoción social para dinamizar el espíritu de la juventud.
Por eso la crítica al que nos sumamos, ahonda hasta el carácter de la universidad tradicional, pues ésta, como institución burguesa, está constituida de tal forma que se aleja y se pone por encima de la sociedad y niega, prohíbe, obstruye, olvida y reniega el pensamiento transformador, necesario hoy como en todas las grandes etapas de la historia. Este carácter, en cambio, procrea, alaba y premia repeticiones y actitudes de la más sierva obediencia traducidas en la pasividad, memorismo, mediocridad, charlatanería y corrupción de las que escribíamos. La juventud es la fuerza más activa y vital de la sociedad, y esta institución tradicional adormece esa fuerza con su tiranía burguesa, además de disociar a la familia. Aún peor, cuando vemos, subsistencias sacralizantes, en los claustros a curas o monjas enseñando filosofía, ¿cuáles son sus intenciones? Será acaso la razón sobre la fe, a menos que fuera un Guillermo de Occam, no hacen sino desplazar la desalienación materialista e imponer la idealista santificando este des-orden cultural, nos hace recordar a las palabras de Nicolás de Condorcet “un pueblo educado por sacerdotes, curas y monjas nunca puede ser libre”.
Entonces, como señaló el maestro José Lora Cam, “el docente para elevarse de la categoría de profesor a la de maestro debe poseer una concepción del mundo”. Los maestros no sólo han de enseñar y educar, sino que han de constituir los heraldos de un nuevo mundo, los más audaces que con su ejemplo y guía traigan en su regazo, mente y corazón a las nuevas generaciones, que con su angustia e intranquilidad. . de este mundo injusto y perverso rompe los mitos y camine empujando a la juventud por la senda de compenetración con las masas, forjadoras de la historia. Paulo Freire escribió:
El maestro es necesariamente militante político, su tarea no se agota en la enseñanza de las matemáticas o la geografía. Su tarea exige un compromiso y una actitud en contra de las injusticias sociales. Luchar contra el mundo donde las injustas estructuras de una sociedad perversa oprimen a los humildes. El maestro debe caminar con una legítima rabia, con una justa ira, con una indignación necesaria, buscando transformaciones sociales.
La búsqueda de la verdad, la comprensión de la realidad, su profunda asimilación y compromiso ha sido y es un deber primordial de todo sano universitario y más fervientemente aún de un maestro. Toda persona que constituye un puesto de docente o aspira a serlo, pero que no cumpla este deber o no le interese seriamente, no es digno de llevar el título de profesor, menos de un maestro; pues el ejercicio de un maestro no se reduce al facilismo de conocer y dictar, y su importancia es sumamente trascendental, no es como un médico que tiene una vida en sus manos, el maestro tiene una generación entera en las suyas. Adhirimos en estas líneas lo que nos dice Arthur Petrovsky, brillante psicólogo y pedagogo ruso:
La actividad de un maestro es una labor muy compleja y multifacética por su contenido psicológico, una labor que demanda del individuo un alto nivel ideológico, conocimientos profundos y diversos, una elevada cultura general, inquietudes permanentes en el terreno de la enseñanza de la ciencia, una orientación profesional y pedagógica muy precisa, conocimiento de la teoría y la práctica de la enseñanza y la educación.
Es una aberración que existen profesores vagos a la investigación -insistimos una seria, concienzuda y honesta investigación-, y, además, amorales e inmorales. La juventud tiene el deber y la necesidad de estudiar, sin esperar mucho de estos profesores ni de estas instituciones, siendo autodidactas, pues como enfatizó el profesor Isaac Asimov “la educación autodidacta es, creo firmemente, el único tipo de educación que existe” para la nueva juventud que brota con la savia de la clase avanzada. Organizarse, en función a los intereses de aprender, de aprender de verdad, de descubrir a la naturaleza, a la sociedad, a la belleza (la facultad de sentir la belleza enriquece, purifica y ennoblece espiritualmente al hombre), a descubrirse a sí mismos. . . y aspirar transformar la realidad, luchar por hacerlo, luchar cada vez más resueltamente. Un estudiantado, consciente y organizado, es terror para la mediocridad y charlatanería, para oportunistas y corruptos, para los parásitos y burgueses; naturalmente saltarán exuberantes, es evidencia de ir por el camino correcto. El estudiantado se funde con los trabajadores y por eso es y será atacado por las fuerzas reaccionarias y conservadoras, pues este estudiantado que desarrolla discusiones llega inevitablemente a proponer soluciones sociales, constituyendo así la vanguardia universitaria.
No podemos perder el tiempo discutiendo temas insensatos, neutros, inofensivos, encerrados entre salones, o para meras conversaciones, pues en palabras de Helena Sheehan “la historia se abre en medio de feroces polémicas y feroces polémicas caracterizan su desarrollo en cada paso del camino” feroces polémicas compenetradas de realidad, impulsadas y sometidas a la práctica, porque tampoco podemos conciliar con actitudes que se acomoden a la coyuntura, siendo comodines y tratar de figurar o aparentar características de eruditos revolucionarios o con fraseologías populistas. Los académicos que no escuchan, cada vez más intensamente, el estruendo de la renovación universitaria y social, serán barridos por la historia, por más defensores sean de lo viejo.
Una nueva juventud debe ser intrépida, valiente, sedienta de conocimiento y de acción renovadoras, no importa a que carrera pertenezcan pues la concepción está por encima de la profesión, estos nuevos hombres, vigorosos y juveniles deben buscar unirse adoptando conciencia de clase con la luz. de la ideología de la unificación proletaria: el marxismo. Será ésta la filosofía que barra con las telarañas de la cabeza y provean fuerza a los músculos, vitalidad al corazón y resplandor al espíritu. Nuestros universitarios deben preocuparse en esta tarea, la más grande tarea que nos exige la historia. Hacer omisión o ser indiferentes a esto, es dar la espalda a la historia y solo puede llevarlos al oportunismo y mediocridad (huérfanos de ideales) lo que garantiza robustecer a los parásitos. Los estudiantes tienen el deber de tomar las riendas de una real educación científica, asumiendo en palabras y hechos una concepción del mundo y ser conscientes de su clase social. Así traeremos luz para avanzar en nuestro derrotero.
En conclusión, se manifiestan contradicciones en el seno de la educación universitaria como por ejemplo la contradicción entre profesor y estudiante, entre teoría y práctica, entre universidad y sociedad, entre la burocracia y la democracia, que puede y debe de ocupar otro material más amplio y profundo. Estas contradicciones no podrán resolverse sin un movimiento universitario que profundice sobre los problemas objetivos y genere sus tácticas para rescatar a la universidad de la corrupción, de la mediocridad, de la charlatanería, hipocresía, de la privatización y del corporativismo, y hacer de la educación. . . . no un instrumento de la clase dominante para volvernos borregos, mano de obra calificada o burócratas, sino hacer de ella un arma más de los explotados para superarnos y transformar nuestra realidad peruana, derrumbando desde sus entrañas las viejas fortalezas. ¿Reforma o revolución?
Por: Remigio Lagos
Comentarios
Publicar un comentario